El Colegio
Fernández Turégano cumple 40 años
Manuel Martínez Santiago (Don Manuel)
Maestro en el Colegio desde 1975 hasta el
2000, cuando pasó al Instituto, donde impartió clases y fue director hasta su
jubilación en 2012.
El
Colegio cumple cuarenta años. Parece que fue ayer mismo cuando, sin terminar el
curso, (fue en mayo de 1974), abrió sus puertas, no solo a los escolares de
Sisante, sino también a los que en los pueblos de la comarca: Vara de Rey,
Tébar, El Picazo del Júcar. Casas de Guijarro, Pozoamargo, estaban estudiando
lo que se llamaba Segunda Etapa, equivalente a lo que hoy llamamos 6º de
Primaria y 1º y 2º de la ESO. Por eso, muchos padres de alumnos que vienen a
estudiar al Instituto, no necesitan preguntar a sus hijos cómo es el Centro, porque
lo conocen bien conocido.
Además de las aulas y las
dependencias clásicas en cualquier centro escolar, el Colegio también tuvo una
espléndida cocina, ubicada en lo que hoy llamamos “cantina”, en la cual se
hacía la comida para los alumnos transportados, ya que entonces la jornada
escolar era de mañana y tarde. El comedor era un inmenso salón anejo a la
cocina, que una vez que se acabó el
transporte, solamente se utilizaba para los festivales de Navidad y Fin de
Curso, que con tanta ilusión se preparaban con aportaciones de todos los
cursos, aunque los más beneficiados eran los de 8º de EGB, que recibían el
dinero que se recaudaba para emplearlo en un viaje fin de curso, generalmente
de cuatro días por Andalucía, de tan buen recuerdo para los viajeros, sobre
todo por el Tivoli World y la discoteca ligth “Metrópolis”. Hoy, el comedor
está ocupado por aulas para la ESO, y algún tiempo por la guardería.
Como cualquier edificio, ha tenido
sus problemas que se han ido resolviendo con el paso del tiempo. El más gordo
al principio fue el deficiente funcionamiento de la calefacción. Se pasaba
mucho frío, porque no funcionaba correctamente. Las tuberías subterráneas,
perdían agua a chorros, y hubo que sustituirlas por otras exteriores. Mientras
tanto, en las aulas se utilizaron estufas de butano, que se movían entre las
filas de pupitres para que el calor llegara a todos. Vano empeño. Aquello costó
mucho dinero porque una botella apenas duraba una semana, y había muchas aulas
ocupadas. Una nueva caldera vino a solucionar el problema en parte, porque el
Colegio no estaba (ni está), bien aislado, y se pierden muchas calorías.
Otro problema que nos dio mucho que
hacer, fue a consecuencia de la deficiente instalación eléctrica, con cables
enterrados sin protección, que en cuanto se mojaban, nos quedábamos a oscuras.
No se me olvidará el encabezamiento del escrito que dirigí a la Delegación
Provincial solicitando una nueva instalación: “Coño, exclamó Sergio Aragonés
cuando en clase de Educación Física en el gimnasio, apoyó la mano en un
interruptor y recibió una descarga eléctrica…”. No fue un escrito convencional,
pero me consta que sirvió para que tomaran conciencia del problema. Aportaron
el dinero para solucionarlo.
A pesar de tener un patio de recreo
inmenso, al principio no tuvo el equipamiento necesario para practicar ningún
deporte en condiciones. Una pista de futbol sala con un piso de alquitrán que
se levantó al poco tiempo era lo poco de lo que disponíamos. Se pudo mejorar,
porque aprovechando un viaje a Toledo del Ayuntamiento de Sisante, para visitar
al presidente de CLM, que era D. José Bono y a la cual asistí invitado por Mati
que era el alcalde, solicité una ayuda económica para dotación deportiva: “Participa
en los campeonatos escolares y tendrás derecho a subvenciones”, me dijo D. José
Bono, a lo que yo repuse que no podía participar si no tenía instalaciones.
Entonces me preguntó:
“¿Cuánto
necesitas?”. Esperaba esa pregunta. Calculo que con unas veinticinco mil pts
(150 €), será suficiente, le dije.
El Presidente me miró con un gesto
que yo creo que me quería decir, “otros se pasan pidiendo, pero tú te has
quedado muy corto”, y añadió: “cuenta con cien mil pts (600 €)”. Con ese dinero
se compraron las porterías de futbol sala y baloncesto, se arregló con cemento
el piso de ambas pistas, y se repararon muchos destrozos que había sufrido el
gimnasio . Ya más tarde, el gimnasio se ha dotado hasta de calefacción, de lo que pocos centros disponen, y en el
patio hay una pista de multideportes fruto del empeño de personas que sienten
el deporte en edad escolar y proporcionan las infraestructuras necesarias.
En el año 2000, pasé a ejercer la
enseñanza en el Instituto, que, después de unas obras de adaptación, terminó
ocupando la primera planta del FT. Los
cambios en el edificio del Colegio no se notan externamente, pero por dentro
las instalaciones se han debido adaptar a su nuevo cometido y exigencias. De
esta manera, el espacio que ocupaba el primitivo laboratorio, ahora son tres
aulas, una de ellas ocupada por ordenadores. Además, al Colegio le ha crecido
un “apéndice”, justo a la entrada para poder ubicar las clases de plástica,
laboratorio de ciencias y tecnología, así como un ascensor. Colegio e Instituto
siguen unidos siendo la escalera el cordón umbilical que los comunica. Claro
que hay proyectada una obra consistente en dotar de una escalera de acceso
exclusivo al Instituto que estaría ubicada en el hueco que hay entre el
“comedor” y las clases de Infantil. De esta forma, los alumnos de Secundaria
accederían más fácilmente a las aulas de música, biblioteca y Polideportivo, y
habría menos “interferencias” entre los dos colectivos que ocupan el edificio:
Infantil y Primaria por un lado, y la ESO por otro; aunque parece que lo que
para nosotros es más que evidente y razonable, no lo es en otras instancias.
Paciencia.
El Colegio por dentro también ha
mejorado, sobre todo en el espacio del alumnado de Infantil, a los que se ha
dotado de unos servicios integrados en la propia aula. Por cierto, en un
principio solamente había dos aulas de infantil: las que dan al patio de
recreo, que solíamos llamar “aulas soleadas”. Muy pronto hubo que tabicar en el
enorme espacio que quedaba para habilitar dos aulas más, y que actualmente
ocupan los ordenadores y uno de los grupos de infantil, aunque al paso que
vamos, y con las bajas incorporaciones cada nuevo curso, es fácil que volvamos
a los orígenes.
Una de las señas de identidad del
patio del Colegio eran los siete pinos que fueron plantados en 1974, justo al
final de la verja siguiendo el “Camino de Caleras”. Con motivo de la
conmemoración de los veinticinco años, entre otras actividades, alumnos de
aquella época procedieron a plantar otros siete pinos. Por suerte o por
desgracia todos ellos tuvieron que ser arrancados para permitir las obras de la
hermosa guardería que ocupa parte de ese gran patio de recreo.
Si exceptuamos la carpintería
exterior, la chapa – embellecedor que rodea todo el edificio, tapando las
escuadras que sujetan el alero del tejado para evitar que un desprendimiento
pueda causar un accidente y, si quitamos también, el crecimiento sin cesar del
abeto que tenemos a la entrada, podríamos decir que el Colegio por fuera no ha
cambiado en sus cuarenta años. Y no digo con retintín eso de que sigue igual que
el primer día, porque no se ha pintado nada más que en una ocasión. Si bien es
cierto que priorizando necesidades aun no satisfechas: cubierta, aislamiento, verja
perimetral, asfaltado del patio, etc., esa no es la más perentoria. A lo mejor
para su cincuentenario es el momento oportuno. Lo dejo como idea.